viernes, 22 de julio de 2016

Una aventura de las que ya no existen...



Era el año 2011, estaba pasando por transiciones, dejaba el trabajo que por unos años había tenido. Pensaba en un viaje, tal vez con mochila quién sabe por dónde arrancaría. En eso alguien apareció con una revista local donde en un artículo hablaba de una kombi VW  que andaba rodando por Latinoamérica. El encantamiento fue espontáneo, el embrujo kombinauta, como llamamos acá en Argentina a los amantes de estas hermosuras, se había apoderado de mi psiquis.

“La Ruta 40 me fue envolviendo”

A los minutos estaba averiguando de kombis, de grupos de kombis, artículos y blogs de viajeros. Me pase noches enteras leyendo, al mismo tiempo que ya mi cabeza comenzaba con el proceso de alucinación, imaginándome ya en las carreteras. Pasaron dos semanas,  ya  estaba viajando con mis ahorros desde General Güemes (Salta), hasta Buenos Aires  a buscar alguna kombi que esté con ganas de volver  al norte conmigo. Al final no fue Buenos Aires, sino San Luis donde apareció La Infernal, mi vieja y querida T2 del 86.




Ya en mis tierras comencé a organizar mi viaje. Si bien la mayoría de los viajeros arranca por caminos arribeños para adentrarse en la américa profunda, en mi mente estaba plasmada desde hace mucho tiempo la Ruta 40. Esos míticos 5300 kilómetros  desde la Quiaca límite con Bolivia Hasta Cabo Vírgenes en la parte más austral del continente, la ruta aventurera por excelencia.  Soy músico, y como tal el viaje  lo iba pensando a la vez como la posibilidad de mostrar algunas cuestiones culturales escondidas en esos pueblitos lejanos, que no llegan a ser parte del establishment que domina los medios de comunicación. Así se me ocurrió América Sonora, un sitio dónde poder plasmar esos cerebros vibrante que mucho tienen para decir.
Durante poco más de un año preparé mis cosas, hice unos arreglos en La Infernal,  cargué para vender unas mantas y bolsos de Bolivia así financiar una parte del viaje. Unos días antes de salir, un artista francés radicado en Salta, Julien Guinet le puso a la kombi  los colores que le dieron el semblante necesario para que por cada pueblo por el que pasaría, al menos los niños me recibían con una sonrisa. Fines del 2012 se encontraba un amigo viajero por Güemes, Germán Cartagena, con él partimos a bordo de la Infernal para instalarnos en los Valles Calchaquíes, Región que abarca la parte oeste de varias provincias del norte argentino, como Salta, Tucumán, Catamarca.

Ruta 40 diversa

Pasamos por varios pueblos: Cafayate, Tolombón, Ruinas de Quilmes, Amaicha, Santa María, Belén, Hualfín, Londres, El Shincal. Ya por esos lados el imponente paisaje de los cerros, muestra el carácter  que interviene de manera directa en los habitantes de esos pueblos, mostrándonos sus artistas lo inspirador que resulta el contexto geográfico que diariamente los deslumbra, más la cultura Diaguita, que eran los pueblos originarios que habitaban la región hasta la llegada de los colonizadores.



Aunque  la globalización empuja sin pedir permiso, condenando al ostracismo y enterrando gran parte de esas culturas, todavía hay quienes con orgullo le dan continuidad,  pasando de generación en generación, los cantos, comidas, tejidos, idiosincrasia y cosmovisión de sus ancestros. Ya el espíritu de la 40 nos metía de lleno en las historias de los pueblos por cuales atraviesa.
Seguimos por la Región de Cuyo, el viento Zonda nos llevaba por las  provincias de La Rioja, San Juan y Mendoza,  pasando por los pueblos de Famatina lugar paradigmático de la resistencia minera, Chilecito, La Unión, La cuesta de Miranda un lugar alucinante rodeado de cerros, en ese entonces era camino de tierra la ruta. Luego pasamos por las primeras ciudades grandes del viaje, San Juan y Mendoza. Fue ahí en Mendoza donde después de estar un par de semanas y hacerle unos toques a La Infernal en lo de Beto El Pirata, dividimos camino con Germán.



Yo desvié un poco la ruta para cruzar la cordillera de Los Andes y llegar hasta Valparaíso, el viejo puerto chileno que siempre había querido conocer. Luego retome la 40 en la provincia de Neuquén, paso  fronterizo Pino hachado, comienza la gran Patagonia.
Venía con unos italianos locos que había conocido en Valparaíso, era verano pero estaba frío, comenzamos a ver arroyos, lagos, pinos, araucarias, volcanes, la belleza patagónica en las narices, haciendo estragos en nuestra capacidad de admiración. Aluminé, Junín de los AndesSan Martín de Los Andes, Villa La Angostura, La Ruta de los 7 lagos, hasta llegar a Bariloche ya en la provincia de Río Negro. Ahí me separaba de mis compañeros  italianos.
Me encontraba con viejos amigos, grababa algunos artistas más y continuaba, ya a esas alturas con un estado importante de encantamiento que la 40 parece inyectar a cada kilómetro que uno recorre sobre su cemento o su ripio. El Bolsón  y  Lago Puelo  en provincia de Chubut, El HoyoCholila, Parque Nacional los Alerces, el agua azul que refleja a los milenarios árboles, luego de eso Trevelin y Esquel.
Y por estas latitudes aparecía el más hostil de los amigos, el frío. Al pasar Esquel el panorama en la ruta cambió radicalmente.



La 40 en invierno se transforma  en la mismísima soledad. Para llegar a otros puntos turísticos lo hacen por carreteras alternativas, el cemento se congela, se vuelve muy peligroso. Yo he decidido continuar por la 40, el frío comenzaba a mostrarme su lado más salvaje, y es que se acercaba el invierno,  y es que es la Patagonia, y es que quizás he subestimado al frío y al viento patagónico. Tecka, Gobernador Costa, Facundo, donde en medio de un terrible viento de noche, me quedaba poco combustible, entre al pueblo, parecían estar todos durmiendo, solo un auto de semblante fantasma me siguió hasta cerca de Río Mayo.
Por esa parte hay un tramo importante de ripio, lo que le da más mística aun  la ruta. Ya en provincia de Santa Cruz se comenzaban a ver lagos inmensos, como el Lago Buenos Aires. Pase por los pueblos de Perito Moreno, Bajo Caracoles un pequeño paraje donde hice una noche y realmente pensé que me moriría congelado, el frío parecía ser espinas  que llegaban hasta los huesos.
Tomé unos buenos tragos de ginebra, me tape bien, no tenía ropa térmica, ni bolsa de dormir, solo unas colchas dentro de mi kombi, lejos de estar preparado para esas circunstancias. Las cuevas de las manos, lugar arqueológico con pinturas rupestres, ubicado en el profundo cañadón del Río Pinturas. Lugar increíble, en medio de las estepas, donde los guanacos corren a grandes velocidades en lo profundo de los campos,  el sol dibuja a lo lejos los nevados cerros como ancianos que son,  mirándolo  a uno recorrer ingenuamente esos caminos para esas fechas.



La 40 seguía solitaria, solamente el motor de La Infernal sonaba y se perdía en la pampa patagónica, me acompañaban los guanacos y zorros. El frío cada vez más denso  pegaba muy  fuerte, al estar el motor atrás de la kombi, por ratos se me congelaban los pies. Algunas cuestiones existenciales comienzan a brotar, como para bajar un poco a tierra, descubrirse lejos de las cosas a las cuales estamos acostumbrados, el baño, la ducha caliente de casa, una cocina, la familia, los amigos, los perros, mi nena, todo lejos y sin poder pedir ni ayuda en el caso de que algo me sucediera.
Seguía pasando por pueblitos, Gobernador Gregores, Tres Lagos, La Leona, El Chaltén donde se encuentra el gran Monte Fitz Roy, es un espectáculo natural único a lo largo de la 40, dependiendo de la posición del sol, los colores van cambiando al pueblito del Chaltén, capital nacional de los senderos.



El monte Fitz Roy es el lugar elegido por los más audaces montañistas del mundo, unos cuantos quedaron para siempre por esas tierras también.
Una noche más de tantas que el  frío me castigaba fuerte, al otro día desperté pensando: tal vez ya estoy en otro plano de la existencia, no siento frío. Pasó que una tremenda nevada tapó toda la kombi, efecto iglú. Camino a Calafate me encontré con los Cóndores, esas grandes aves, los guardianes de los cielos cordilleranos a lo largo de la 40. Fui por el Glaciar Perito Moreno,  de reconocida belleza.
Las nevadas seguían cayendo, sentía que podía estirar cada vez más la resistencia al frío,  los caminos se ponían cada vez más difíciles y peligrosos, tuve que comprar cadenas para las ruedas, de esa manera transitar por la nieve y el hielo en la ruta.



Solo me falto un tramo ya en los últimos kilómetros del país. Bien al fondo, en la parte austral del mapa, dónde está Río Turbio, y es que la nieve había cortado los pasos.

Así me metí en un ferry a cruzar el Estrecho de Magallanes hacia las Tierras del Fuego, donde ushuaia ya se veía mas cerca.

Esta fue mi experiencia por la gran Ruta 40, arriba de La Infernal, bordeando la Cordillera de los Andes, esos gigantes dormidos por donde el Sol se despide de nosotros todos los días.

Fuentes:
www.furgosfera.com - Toty Sianca y Victoria La Inferal por la Ruta 40
www.americasonora.com - Blog del viaje

2 comentarios:

  1. Que enriquecedora experiencia hiciste realidad el sueño de mucho de nosotros te admiro por eso... Felicidades

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  2. Que enriquecedora experiencia hiciste realidad el sueño de mucho de nosotros te admiro por eso... Felicidades

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