martes, 25 de abril de 2017

El Viajero

Cargando sólo una promesa
y mi bolso con más esperanzas que ropaje
parto en busca del destino,
con los bolsillos llenos de nostalgia y de coraje.

Tras el cristal de la ventanilla
está mi madre, deteniendo al tiempo,
con una lágrima solitaria,
que desciende triste por su mejilla.

Nunca decimos adiós,
porque el adiós es definitivo,
tratamos de decir hasta pronto,
y un nuevo encuentro como motivo.

Sus manos arrugadas
y endurecidas por el tiempo y las labores,
se mueven de un lado a otro,
agarrando la imagen de aquellos amores.

Durante el viaje el aroma del café barato
invade todo aquel universo y
el llanto de un chiquillo perturba mi sueño ligero,
en el cuál luchaban, de igual a igual,
mis temores y mis anhelos.

Tiempo, distancia y vida nos separan,
pero no logran hacer al olvido ganar.

Aquí, donde el viento y el sol curten mi cara;
y el frío cala mis huesos, y congela mis manos,
pero no mi esperanza;
siembro las semillas de mi porvenir.

Aquí, en tierra lejana, al fin heché raíces,
aunque mi corazón y mi esencia están en aquel lugar,
en aquel terruño, que me vio nacer, que me vio crecer;
que me vio partir.

                 Ariel Pablo Brito

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